Y así fue…
Le vi bajar del autobús
como uno de tantos; iba entre el grupo de pasajeros como si quisiera pasar
desapercibido. De pronto alzó la mirada y despacio comenzó a caminar con paso
lento hacia nosotras.
Yo le miraba un tanto
curiosa, preguntándome qué le animaba a caminar directamente hasta donde
estábamos nosotras. Él no era físicamente “mi hombre soñado”, pero sí era
guapo, atractivo y algo vi en él que desde el primer momento me hizo pensar:
“Este hombre es para mí”. Solo unos minutos tardó en llegar a nuestro
lado, y de pronto la voz de mi prima me sacó de mi abstracción diciendo… prima,
mi cuñado.
Fue un
encuentro totalmente casual, inesperado por ambas, nada preparado. Mi
prima iba a recoger unos documentos y una carta de su marido, pero el destino,
que es sabio, irrevocable, se sirve de cualquier pretexto para que dos personas
que han de caminar juntas por la vida… se encuentren.
A él debió pasarle algo
similar a mí, ya que después de la presentación quiso acompañarnos a casa. Como
hacía un calor sofocante, nos invitó a tomar una cerveza; de tapa nos pusieron
unas gambas que él, gentilmente, comenzó a pelar. Y que después me ofrecía… Sus
manos fuertes y robustas temblaban, su mirada clavada en la mía y yo… temblaba
toda.
C. parra